Asistimos a un tiempo privilegiado.
Nunca antes –al menos en el mundo urbano de occidente- el ser humano pudo conectarse y organizarse en un tiempo real y libre de fronteras.
Antes había que esperar. Había que viajar, había que explicar. Ahora no.
Ahora todos sabemos todo; todos somos testigos y hemos de ser actores.
Protagonistas de la historia de sí mismos, que también es la historia de la humanidad.
Ser tan locales que globales, tan humanos que
universal.
“Podrán decir que soy un soñador, pero no soy el único… Y espero que algún día se una a nosotros “
Nunca antes las -primero lúdicas y ahora lúcidas- palabras de Lennon tuvieron mayor sentido y potencial.
Nunca antes tuvimos tanto acceso a la información y a la desinformación al mismo tiempo…
Nunca antes pudimos decidir ser testigo o testimonio de un mundo en cambio y en crisis que –falsa o real- significa la mayor oportunidad de la historia humana para pensarse como un solo organismo
planetario, habitante del universo en busca de su destino y dueño de su futuro.
Nunca antes el poder estuvo tan cerca de la imaginación y de la razón.
Nunca antes la fuerza se desdibujó tan eficazmente como el agua, como y la transformación.
-Sé como el agua. -Decía Bruce Lee.
Ella se amolda y golpea con la fuerza de las olas, viaja con la velocidad del río, se esfuma, se hace vapor, se impregna en la mañana como la niebla,
se vuelve granito y hielo para dar vida o preservar.
En el cambio constante, de la era del agua, los medios ya están dados,
y el mensaje es el mismo de siempre, todos somos hijos del mismo cielo,
habitantes de la misma selva y responsables del mismo destino.
Como decía Tom Paine, como dijo Lennon, como se escucha en distintas lenguas y lugares:
Hoy más que nunca ¡Podemos inventar un mundo mejor!