A diferencia de la lluvia de ideas, -que puede provocarse prácticamente a voluntad- la lluvia de agua es el resultado de innumerables factores climáticos y ambientales que -paradojalmente- son muy parecidos a los que originan la creatividad…
Recuerdo que de niño la lluvia me fertilizó la imaginación…
Lo más placentero de los inviernos era visitar la casa del abuelo, la casa grande de mi niñez, y -en ausencia de todos- porque la lluvia, fundamentalmente es ausencia, transposición, tachura y achurado de agua sobre planos superpuestos…
Recorría las bodegas anegadas; y bajo los techos hilvanados con hilos chorreantes como estalactitas descubría las tinajas rebosantes de aceitunas, negras, sevillanas, verde-lluvia con lunares morados, nadando y flotando en su caldo ultra magenta… Dispersas e improvisadas.
¿Dónde andaría el abuelo?
Era una maravilla ver los colores de las aceitunas que de verdes o negras pasaban a motearse de guepardos azules mientras la lluvia se mezclaba con la lejía y con la sal…
La sal con la ceniza, la ceniza con los huesos y los tordos.
Y todo bajo los olivos centenarios, al lado del convento, que tenía un cementerio; donde había unos esqueletos de antiguas vírgenes con los que compartía mis lecturas de solitario y de niño…
Recuerdo el verso de un poema, tal vez de Machado:
la lluvia cae fría, grácil, leve…
(Y mi primer poema dedicado precisamente a la lluvia, que algún día transcribiré…)
Recuerdo también las aceitunas desparramadas bajo los olivos, sobre las hojas pecioladas y elípticas en el cementerio al otro lado del muro de adobe, allá en las tardes de mi niñez, de lluvias, donde –contaban los árboles- al interior del convento todavía quedaba una monja que bebía el vino consagrado en una calavera…
Después conocería las lluvias hembra; que se alimentan con la añoranza de los ojos cristalinos y pardos de los viejos…
Cristalinos como la mítica calavera de cristal, a través de la que, -cuenteaba también el viejo sacerdote- (En mezcalina) se accede a otras dimensiones para tener nuevas ideas, o ver las mismas antiguas ideas de una manera totalmente nueva…
Como nunca antes, en otros estados, otros colores: iridiscentes como cuando la lluvia hembra enamorada por un rayo de Sol, da a luz un arcoiris y nos comparte su poder para elevar el polvo desde el suelo de la selva al humo de los dioses.
O…
Simplemente.
Se transforma en el testigo sempiterno de un niño que solitario y empedernido: ha pactado con la poesía…