Somos la suma de nuestras conexiones. El resultado de todos los contactos que hemos realizado y la suma de todo aquello con que nos hemos conectado. Las ideas que hemos relacionado con nuestras vivencias. Las personas con quienes hemos hablado, vivido, odiado o soñado. Con quienes hemos amado y delectado la vida o la muerte. Los libros que hemos leídos, las canciones escuchadas y las pinturas, películas o fotografías vistas y visionadas; los libros escuchados, las películas leídas, las canciones pintadas en acuarelas audiovisuales y escultóricas; escultóricas teatrales, cuánticas y cuáticas, genético-poético (as). Etcétera.
Todas las escaleras, todos los miedos y las valentías, las palabras y los gritos de nuestro inconsciente; todos los bosques con sus hojas y sus mares. Los cantos de sirena y los canarios amarillos y rojos como los soles de Marte o miércoles, des-jueves y vienes…
En ese carrusel mental de corcovadas corrientes constantes y continuas con odas marinas y macóndianas milongas en la carreta terrestre sobre la piedra que viaja por los sueños de los dioses o el delirio del Sol.
Todas las aguas, todos los fuegos, todos los volcanes; los olores, los sabores y los colores; los nombres, las direcciones, las casas y las calles; los barrios que recorriste, en amanecidas, o al mediodía, cuando caía la tarde, todo eso sumado. Somos.
Todas las conexiones conscientes o inconscientes que hemos o haremos/ habremos realizado en el tiempo circular y efervescente, evanescente o ever – never – more como diría Poe en un poema de pájaros tordos y tremenda-mente nadsat joroschó*…
¿Tanta conexión entre esclavos mirando sombras que sueñan con la libertad de un sol editado por lo que pueda soportar su evolución?
*Summa Cum Laude!
(Frase cursi y en latín rimado) (con algún afán antropológico y didáctico para mayor comprensión)…
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