Ese santísimo estado de libertad pensada e iluminada, libremente condicionada por la combinación de los artefactos, los momentos, las posibilidades, los medios, el ingenio, el espíritu, las emociones, la pasión.
El acto libre de crear. Sin miedo, sin permisos, ni recursos, sin conexión…
Sin mediar las consecuencias, sin excusa, sin esperar nada a cambio
Sin excepción…
Sin formatos, sin fórmulas, sin monigotes o semidioses ante los que santiguarse con cada idea, cada genuflexión…
Sin ídolos, sin amarras, sin barra!
Y contra la corriente va avanzando la nave de los creadores pletórica de barbarismos
En constante búsqueda de la veta y la consecuencia en el río de la vida como el salmón.
Sabiduría! -Dijo Salomón cuando le ofrecieron el premio de su eternidad,
Ser a no ser y no ser a ser
Rebeldía de máxima refinación.
Santo Grial de los creadores al que se accede sólo y solo y ahora solo y solamente a través de las inexpugnables selvas del papel, las inaccesibles cumbres de la disciplina, los escabrosísimos abismos de la desesperación.
Afuera y nadie, adentro y todos, avanzan los creadores; y su avanzar es un delirio, una marcha, una animadversión, una contra, una lucha y una gran guerra librada y liberada por la propia libre opción.
Para ellos estas letras como amasijo de piedras y de imanes, como talismán y brújula en la ruta de los videntes, de los enamorados que siguen, de los que porfían, de los que no aceptan, de los que proponen, de quiénes ciegos y sordos ante el mundanal ruido de la podredumbre, dan paso y paso hasta convertirse en estrellas danzantes de su vida y su universo.
Vayan los soles a las médulas, las luces a las sinapsis, las vibras a las moléculas, las musas a los dedos, las alas a los peces, los futuros a los niños, los cantos a los desafíos, las mórulas y las victorias…
Los aciertos, los despegues, la resurrección.