Todo invento es hijo de una sinapsis, de la transmisión de energía nerviosa de una neurona otra y del Pensamiento Forma que surge de ella; las múltiples posibilidades futuras, -casi siempre inimaginadas-, se descuelgan de axón en axón en el cerebro de los creadores:
Entre los numerosos inventos que a lo largo de su proceso creativo, Edison logró patentar; y a pesar de ser considerado por él mismo como un invento menor, claramente (literalmente) el filamento de bambú recubierto de carbono, que hizo posible la lámpara incandescente es el más influyente y capital de ellos.
De ahí que se asocie la idea de creatividad u ocurrencia con la imagen de una ampolleta encendida…
(Encendida como la pira de la que Prometeo sustrajo el fuego a los dioses para dárselo a los hombres… )
Tal vez como desafío personal, o –inconscientemente- como instrumento de los Hados; cuando Edison enciende su lámpara en la tierra, también vence a la naturaleza e inaugura un nuevo tiempo, donde la luz ya no depende del sol; depende de los hombres, que como niños con su nuevo regalo, juegan a crear un nuevo mundo, movido por el rayo domesticado…
La posibilidad de generar, almacenar y transmitir energía eléctrica es el fundamento tecnológico para una nueva época.
No así la de explotar combustibles fósiles hasta agotarlos y cimentar la convivencia en base a su escases y finitud.
-¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?- Pregunta Philip K. Dick, desde otra sinapsis paralela y ucrónica. Hace unos años -durante mi preparación- tuve que ingresar en la selva amazónica, y permanecer un tiempo en compañía de animales, plantas y personas extraordinarias; entre ellas el venerable Doctor Ma, un experto acupunturista -que entre sus credenciales- exhibía una fotografía con el padre del último emperador del Japón, a quien había sanado de una rebelde dolencia…
Representando muchos años menos de los que realmente tenía, y en su clínica a la orilla de la selva, rodeado de papagallos y alimentándose exclusivamente de vegatales y frutas; el Dr Ma y su mujer tenían un buen pasar… Un buen pasar, producto del prestigio ganado en base a sus curaciones y a la inédita aplicación de la electricidad a la acupuntura:
Arquitecto! -Me decía- cuando llegaba a su consulta, mientras disponía los condensadores y los conectaba a las agujas, que posteriormente, -magistralmente- insertaba sobre los puntos vitales del milenario mapa acupuntural…
Justo en medio de la cabeza, justo en el lóbulo de la oreja, sobre la rodilla, en el entrecejo, en medio del muslo, en la punta de la nariz, en el mentón… Las agujas clavaban y latían con el pulso de la electricidad estimulando las sensaciones… y los chackras…
Calma, plenitud, energía desbordante; euforia y la posibilidad de imaginar un futuro en la urbe desde la selva atemporal… En una meditación trascendental, asistida por la cartografía milenaria de la energía cósmica cerebral, conectada a la energía eléctrica y su infinita posibilidad.
Una posibilidad que ahora se materializa en las puntas de tus dedos como la extensión de la energía neuronal de esas sinapsis que se conectan -desde tu cerebro- a un inconsciente colectivo para producir nuevas interfases bioelectrónicas e ilusionarnos con la otra posibilidad de actuar como el gran organismo humano, que solo cuando se vuelva planetario; y habiendo logrado que el bambú -de esa selva- recubra al carbono… Volverá a iluminar el camino…