La nave viaja en el mar tornasolado que se avista al interior de un ánfora de cristal. En la proa un rostro de águila va devorando las horas y las runas gramaticales como estelas del Ragnarøk. ¿Vamos llegando? ¿Vienes de vuelta?
Se lee en la bitácora del libro de cuero sobre la piedra en que se narra la melodía de las dos fuerzas, las dos familias, las dos sangres y los dos sueños infinitos, yuxtapuestos en el eterno instante del combate de los tiempos, las personas y los verbos.
Un cuarto rojo/un barco de vela/un reloj de arena/
“El tomó la Saga Volsunga, y la colocó entre ellos desenvainada” -Después de la X y las tres I mayúsculas…
“Hann tekr sverthit Gram ok leggr í methal theira bert”
Justo en ese vértice de la historia en que las siete generaciones derraman la vida por dominar el tiempo, o por liberarlo para siempre…
-Según los eruditos, la saga sería el reflejo convexo de un daguerrotipo estampado con tinta indeleble sobre un papiro nortumbio que recrea el jeroglífico del Códex Dresdensis citado en Libro de Arena y el Älbum negro.
Tryggvason v/s Byrhtnoth
En el anverso, una nave vikinga en cuya vela de despliega la frase; y en el reverso el nombre y las fechas -sobre y bajo- la procesión de los siete guerreros de las siete generaciones que se miden en la batalla de Maldón a orillas del río Blackwater en Essex en el 991 con una leyenda en inglés antiguo: “And ne forthedon na…” “Y que no temieran” -Probablemente de aquel poema épico de la generación de la X sellado con una Cruz de Gales.
También en el anverso hay una cruz celta, que remite a la cruz de Gosforth, erigida en Inglaterra en el siglo X por descendientes de vikingos y que en su columna, de cuatro metros, contiene grabadas escenas de tradiciones paganas y del cristianismo anglosajón.
Byrhtnoth v/sTryggvason
A la derecha del ciprés, todas las literaturas, las corrientes sinápticas y las napas poéticas confluyen en el río subterráneo sobre el que se ubica la piedra*. Abajo los cuerpos arriba los cuervos, los ojos, los críos nortumbios, los columpios de selenio y el alfa tocoferol, los Tlones Uqbar Orbis Tertius, las paradojas de los conjuntos infinitos, Vikernes y la geometría fractal, los Quazars, las bibliotecas circulares de los Wessex, Los oscuros cánticos de Ulrica,y El Jardín de los Senderos que se Bifurcan en Ficciones y Artificios…
*”piedras ilustradas” de la isla de Gotland
*Lápida en el Cementerio de Plainpalais, Ginebra
He cursado las disciplinas de la métrica. Sé de memoria las seiscientas sesenta y seis fábulas que son la base de la verdadera poesía. Los ciclos de Ulster y de Munster están en las cuerdas de mi lira… Las leyes me autorizan a prodigar las voces más arcaicas del idioma y las más complejas metáforas… Domino la escritura secreta que defiende nuestro arte del indiscreto examen del vulgo… Puedo celebrar los amores, los abigeatos, las navegaciones, las guerras… Conozco los linajes mitológicos de todas las casas reales de Irlanda. Poseo las virtudes de las hierbas, la astrología judiciaria y el derecho canónico. He derrotado en público certamen a mis rivales. /…/ Sé manejar la espada, como lo probé en tu batalla.
(El rey y el poeta/ JLBorges)
Según Funes el Memorioso, La Forma de la Espada sería el milagroso secreto entre La Muerte y La Brújula custodiado por La Secta del Fénix.
Es probable que las palabras talladas en la piedra hayan sido inspiradas por el manuscrito del poema homónimo (The Battle of Maldon) quemado en un incendio de la Biblioteca de Cotton (Cotton Library) en Inglaterra el 23 de octubre de 1731 del que existe solo una copia fragmentaria.
Solo al final, (o al principio) tras las montañas negras recortadas en fondo rojo, los lectores sobrevivientes comprobarían por qué era tan peligroso que esa frase llegara a oídos de las nuevas generaciones…
Y Pierre Menar; autor del Quixote, El Muerto, El Inmortal, Yo y el otro Borges al mismo tiempo, descansaría de teólogos y taxidermistas de La Otra Muerte en La Casa de Asterión como un verano dentro del invierno en que la obra de este guerrero de la escritura de los Dioses, alcanzaría su Aleph y su Zahir al comprás de un Deutsches Réquiem de piedra.